lunes, 17 de agosto de 2015

El Tesoro del Cerro Azul - Primera parte

El Tesoro del Cerro Azul 


Atahualpa (Ata-wallpa en quechua) había sido apresado por los españoles; y todo el imperio incaico estaba desorientado y a la deriva, nunca antes habían sufrido un golpe tan fuerte. Ver a su Inca prisionero, era hasta entonces algo inimaginable. Y mucho menos se imaginaban, que con la llegada hostil de los españoles, el imperio del Tahuantinsuyo llegaría a su fin.



Como es sabido, Atahualpa,  descendiente del Inca Huayna Capac, era el preferido por el norte del Imperio. En Quito, Atahualpa tenía el respeto y reverencia y sobretodo la fidelidad del Ejército del Norte, se atribuye esta preferencia, a que la madre de Atahualpa, se dice, fue Quiteña. 

Todo el incanato se movilizo para cumplir con la meta de llenar tres habitaciones con tesoros que tentarían aplacar la ambición de los foráneos llegados. 

Atahualpa ordenó a sus fieles ceder parte de su riqueza personal que era custodiada en el norte del Imperio. Y así, desde Quito, salió una delegación, resguardada por los hispánicos, con un cargamento destinado a ser parte del rescate exigido. 

La delegación, tras dejar Ecuador, pasó por Tumbes, y luego, cogiendo las playas de Talara, llegaron al tambo, en el lugar, que hoy conocemos como “La Campana”, ahí pernoctarían para continuar, el día siguiente, por un camino que nacía desde este tambo, hacia Cajamarca.

Cuando la noche caía y mientras los indígenas buscaban el mejor lugar para dormir, los sorprendió la violenta y nerviosa llegada  de otro grupo de incaicos que venía huyendo de Cajamarca con dirección a Quito, ellos dieron la escalofriante noticia. El Imperio Incaico había sido traicionado, a pesar de pagar el nutritivo rescate, El Gran Inca, el descendiente del dios sol, había sido victimado. 

Tras reponerse de tan duro golpe, la delegación y los indios que se sumaron, confabularon en secreto contra los españoles que los custodiaban, acordando darles muerte en la madrugada. 

Lograron el objetivo, descargando toda la furia acumulada en sus corazones, tras la muerte de su inca. Los cuerpos fueron destrozados, los indios a pasar que quedaron bañados en sangre, ninguno estaba herido, salieron ilesos, pues los españoles nada pudieron hacer ante el rápido y brutal ataque. 

A primeras horas de la mañana, emprendieron la segunda parte de su plan, esconder el tesoro que le pertenecía a su tierra, a su imperio, a su Inca; y así protegerlo de la violación de seres desconocidos que se semejaban a los dioses, pero que llevaban dentro, una sed insaciable de riqueza y poder. 

Enrumbaron por la Pampa la Brea hacia el Cerro Azul, donde en un lugar desconocido. Después de haber cavado durante horas, enterraron su valioso cargamento.



Luego de esto, se dirigieron a Quito, donde dieron cuenta de lo ocurrido a sus superiores, a quienes  confesaron, el lugar preciso donde ocultaron el codiciado tesoro. 

Después de ellos, nadie más supo del lugar exacto, y cada quien guardo el secreto hasta la muerte; logrando así, mantener a salvo las ultimas joyas del Inca Atahualpa, que seguramente,  hasta nuestros días, seguirán descansando en el llamado “Cerro Azul”.
 

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